Se pueden producir cambios en los ecosistemas, que desde siempre han sido espacios atractivos desde el punto de vista turístico, dejando así de reportar beneficios sociales, económicos y ambientales.
Habrá repercusiones en el ciclo hidrológico, generando grandes impactos en la distribución del agua en el espacio y tiempo. Esto ocasionará problemas especialmente en la zona mediterránea y en las islas.
Se pueden producir alteraciones en las zonas que acogen el turismo de invierno, por falta de nieve y por la irregularidad en las precipitaciones de nieve y acortamiento de la temporada.
Como aspecto positivo destaca el posible cambio que puede darse en la temporada de cada zona turística, de modo que se amplíe la oferta en verano para la montaña y en invierno u otoño en zonas costeras.
El aumento del nivel del mar debido a la expansión térmica del agua de los océanos y a la progresiva desaparición de los glaciares y casquetes polares puede tener implicaciones en todos los asentamientos turísticos costeros. Las zonas españolas que se verán más afectadas serán el Delta del Ebro, la costa de Cádiz y el entorno de Doñana.
En todas las zonas litorales peligrarán las infraestructuras de primera línea de playa y se verán afectadas las reservas de agua dulce, agravando aún más la situación de abastecimiento de agua en las zonas turísticas.