El sector energético, dado su carácter de soporte del sistema productivo de la sociedad, es uno de los más íntimamente relacionados con el medio ambiente.
El aumento de temperatura durante el verano provocará un incremento en la demanda energética. De hecho ya se observa una pauta creciente en la demanda media de energía ante variaciones positivas o negativas de un grado centígrado en la temperatura en verano o invierno, respectivamente.
Tanto las instalaciones de producción de energía ubicadas en zonas costeras como las situadas en el interior pueden verse afectadas por el cambio climático; las primeras, por su ubicación cercana a la costa y la esperada subida del nivel del mar y, las segundas, por una posible variación en los recursos hídricos que afectaría a las centrales hidroeléctricas y la refrigeración de las centrales térmicas y nucleares.
La falta de lluvias tendría como consecuencia principal una pérdida del potencial hidroeléctrico y la concentración de la producción en períodos más cortos, además de un aumento de la producción de energía en centrales térmicas -que a su vez contribuiría a incrementar el cambio climático-.
En lo referente a energías renovables, las modificaciones de la cubierta de nubes afectarán al potencial de la energía solar y su distribución, mientras que las variaciones en la intensidad y velocidad del viento repercutirán en el potencial de la energía eólica y su distribución. Será necesario hacer un estudio en profundidad de las nuevas condiciones climáticas y cómo afectarán a la producción de las energías renovables que se instalen.
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