Las evidencias del impacto del cambio climático en el turismo de invierno son de doble naturaleza:
- científicas: diversos estudios demuestran el aumento de las temperaturas en la montaña, el menor grosor medio de nieve y la mayor irregularidad temporal y territorial de la innivación
- y vivenciales: es decir, la percepción del cambio que tienen los esquiadores veteranos que constatan que antes la cota de nieve era baja y ahora es alta y además hay menos nieve en esas cotas altas.
El régimen de precipitaciones de nieve se caracteriza por una irregularidad temporal (estacional y entre años) y espacial (depende de la altitud y la latitud) que da lugar a situaciones cíclicas. Se dan temporadas muy malas y sin apenas nieve y otras con abundantes nevadas. Ésto provoca una inseguridad del negocio de la nieve.
La irregularidad de la nieve ha obligado a utilizar los cañones de nieve para producirla de manera artificial. La respuesta a la falta o mayor irregularidad en la innivación con el uso de los cañones de nieve entra en conflicto con el principio de sostenibilidad económica y medioambiental.
En la temporada 2002/2003 existían 3.319 cañones para un total de 400 kilómetros de pistas.
El cambio climático hará que la viabilidad de las estaciones de esquí de cotas bajas sea muy reducida o que tengan que cerrar, pasando a ocuparse en mayor medida las estaciones situadas en cotas más altas de montaña, también más sensibles ecológicamente. Las estaciones de esquí pueden adaptarse a la nueva situación transformándose en «centros turísticos» con variedad de ofertas durante todo el año.
En todo caso se impone la necesidad de estudiar detenidamente los proyectos de ampliación o construcción de nuevas estaciones de esquí que pueden quedar obsoletas en unos años y de gestionar de manera responsable el resto de recurso natural, incrementando su valor como recurso turístico, que hasta ahora tenían un carácter secundario.