Existen también problemas que se generan en la salud de los trabajadores como consecuencia de un modelo de transporte que obliga al sedentarismo. El uso del automóvil y de medios de transporte motorizados para ir a trabajar ha convertido a los ciudadanos en elementos continuamente transportados. El desplazamiento hasta el centro de trabajo ha pasado de realizarse caminando a alejados viajes que casi obligatoriamente deben realizarse en modos motorizados.
De esta forma, la inactividad física se convierte en el segundo factor de riesgo para la salud de los trabajadores, que cada vez desempeñan trabajos que no requieren esfuerzo físico. La evolución del número de permisos de conducir es un indicador claro de cómo se han transformado las pautas de movilidad de los españoles en las últimas décadas; si en 1975 tenían permiso de conducir unos 6,8 millones de personas, es decir, un 20% de la población española, en la actualidad esta cifra se ha triplicado y alcanza los 19,3 millones (2002), lo que supone que casi la mitad de la población está en disposición de utilizar un vehículo a motor (46% de la población española).
Sin embargo, no podemos olvidar que este modelo de movilidad al trabajo margina a un número importante de trabajadores que bien no tiene carnet de conducir o no posee automóvil para utilizarlo diariamente para acceder hasta su puesto de trabajo. Lo mismo les ocurre a aquellas personas que, concienciadas de los beneficios de los modos de transporte no motorizados y del transporte público, desean no utilizar el coche y no encuentran las infraestructuras adecuadas para pedalear, caminar o tomar el autobús en los entornos de los centros de trabajo.