El transporte afecta al entorno por la gran cantidad de carreteras, plazas de aparcamiento, contaminación, etc.; y a los trabajadores, por las horas diarias que dedican a trasladarse, un tiempo que se resta del tiempo de descanso, no de la jornada laboral. El automóvil y otros medios motorizados contribuyen a la escasa actividad física de los trabajadores, lo que se convierte en un factor de riesgo para la salud ya que puede producir además, estrés y cansancio.
El transporte al trabajo es una de las actividades que registra un impacto más significativo sobre el entorno inmediato, y sobre la calidad de vida de los propios trabajadores.
En las últimas décadas, la expansión del transporte motorizado ha ido recortando poco a poco los recursos naturales, y deteriorando la calidad de los mismos, afectando claramente a la salud humana. Además, el funcionamiento de las relaciones territoriales en el desarrollo de la actividad productiva y en las conexiones cotidianas ha empeorado. Las personas viajan más tiempo hasta el lugar de trabajo, y realizan distancias más largas; muchos de estos desplazamientos se concentran en determinadas áreas del territorio: las cada vez más numerosas y extensas regiones metropolitanas.
Este modelo productivo, territorial y de transporte ocasiona problemas cada vez más serios de congestión circulatoria, así como significativas pérdidas de tiempo en la vida de los trabajadores.
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