Las políticas de calmado de tráfico han demostrado ser enormemente eficaces actuando sobre la reducción de la velocidad y la presencia de vehículos.
Hay que racionalizar el uso del automóvil a través de restricciones en las velocidades urbanas máximas permitidas, no superando los 15 o 30 km/h; el cumplimiento de estos límites de velocidad deberá contar con un diseño del viario interno de los polígonos que escenifique un espacio en el que el automóvil no es protagonista.
Por otro lado, hay que reducir la presencia de vehículos en el espacio público empresarial. Los generosos espacios de aparcamiento de los polígonos son los mayores inductores al uso del automóvil. Los estándares que deberían aplicarse serán de máximos, así no superarán una plaza cada 300 metros cuadrados edificados o 15 plazas de estacionamiento por cada 100 empleos.
La dimensión reducida de los estacionamientos mejorará la accesibilidad general e incluso puede reportar beneficios económicos a la empresa, que se podrían destinar a una partida específica para el transporte de los trabajadores.
En cualquier caso, las medidas restrictivas deben ir acompañadas de otras favorecedoras de otros medios y alternativas viables para los trabajadores.