El calor acumulado en la atmósfera afecta a la violencia de los procesos meteorológicos. Más fuertes serán por ejemplo los tornados tropicales, más rápido se evaporarán los océanos, esto hará que el agua extra se condense y caiga con más frecuencia en forma de lluvias intensas.
Mientras, en el interior la tierra se volverá más árida, ésto favorecerá las diferencias de presión que provocan el desarrollo de los vientos, apareciendo más a menudo vientos turbulentos, tornados y fuertes temporales.
Otras consecuencias muy probables serán el agravamiento en la escasez de agua en muchas regiones del mundo, la modificación de la productividad agrícola y el aumento del riesgo de hambrunas en determinadas poblaciones.
En un estudio encargado por la Comisión Europa con el objeto de evaluar el impacto previsto del cambio climático en nuestro continente (Proyecto Acacia) se concluyó que para finales del siglo XXI se preveía la casi total desaparición de los inviernos clasificados como fríos y el aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor. Aunque el incremento de temperatura afectaría a todo el continente, se destacaba que el Sur se estaba calentando a una tasa dos veces mayor que el Norte.
Es muy complicado parar los hechos que conlleva el cambio climático. Incluso aunque se redujeran las emisiones de los gases invernadero hasta un 80%, la temperatura seguiría aumentando en una proporción de 0,1ºC por década, dos veces más rápido de lo que lo ha hecho hasta ahora.
Sin ninguna medida de reducción, el incremento sería de 0,3 ºC por década en los próximos años.