Los viajes al trabajo suponen un tercio de la movilidad general, según Movilia 2002 (Ministerio de Fomento). Los trabajadores acuden fundamentalmente en modos de transporte motorizados que son los verdaderos protagonistas con un 79,39% de los viajes; dentro de estos desplazamientos el vehículo privado utilizado en solitario supone el 51,38% de la movilidad laboral y el transporte público el 18%. El otro gran modo de transporte es el peatonal, que agrupa al 20% de los viajes. Aunque la bicicleta es un medio marginal, hay que señalar que registra el 0,49% de los viajes, casi 70.000 viajes, según los Censos de Población y Vivienda 2001 (INE).
El reparto modal de los desplazamientos se ha modificado sustancialmente en las últimas décadas; se ha pasado de los modos ambientalmente más racionales y socialmente más seguros como el transporte público, caminar o ir en bicicleta, a otros más contaminantes y peligrosos. Un ejemplo clarificador se puede observar en la Comunidad de Madrid.
En estos años se ha conseguido una mayor presencia de los modos motorizados, tanto transporte público como vehículo privado, y una pérdida de los viajes peatonales y ciclistas. Esto se debe a la prolongación sustancial de las distancias entre residencia y puesto de trabajo, y a la consiguiente imposibilidad de realizar estas conexiones fuera del radio de cobertura de los transportes no motorizados.
La movilidad al trabajo en diferentes etapas de la historia reciente de nuestro entorno territorial y productivo se desarrolla en paralelo con la evolución del parque de vehículos, y en especial de los turismos.
La existencia de este parque de vehículos obliga necesariamente a tener conductores con permisos que les autoricen a circular, de hecho, más de la mitad de la población española contaba en el año 2003 con este requerimiento.
Actualmente existen 20.301.418 permisos de conducir, lo que supone que más de la mitad de los españoles tienen carnet de conducir vehículos a motor; restando a los menores de edad se puede afirmar que la mayoría de la población en edad activa tiene este permiso.
El uso de los diferentes modos de transporte varía de unas comunidades autónomas a otras; la mayor presencia de los desplazamientos no motorizados se encuentra en regiones con presencia de ciudades medias o pequeñas donde aún existe proximidad en las relaciones cotidianas al trabajo: Castilla y León, La Rioja, Asturias o Extremadura. Al mismo tiempo, las autonomías con mayor utilización del vehículo privado tienen también una menor participación en el uso del transporte público para acceder al trabajo.
Las ciudades con mayores viajes no motorizados (peatones y ciclistas) se registran en poblaciones medias o pequeñas, mientras que en las grandes ciudades estos desplazamientos son los que menos participación tienen, destacando el caso de Madrid con tan sólo un 8,69%. Existen otros elementos que también favorecen la presencia de viajes no motorizados como son la densidad residencial, las intervenciones en medidas de calmado de tráfico o la presencia de un modelo urbano más compacto.
El aumento de las distancias entre residencia y trabajo ha prolongado la jornada laboral de una parte de los trabajadores, superando los horarios acordados en cada convenio. De hecho, 17,21% de los trabajadores emplea más de una hora en ir y volver del trabajo, tiempo de transporte que hay que añadir al tiempo de trabajo. Aunque la gran mayoría de los empleados reside en el mismo municipio en el que trabaja, esto no significa que las relaciones de movilidad se realicen en medios de transporte sostenibles.
Los trabajadores residen en el mismo municipio en donde desarrollan su actividad laboral y se desplazan mayoritariamente en vehículo privado (casi el 52%). Los desplazamientos andando y en bicicleta superan la media general de los viajes al trabajo, alcanzando un 29,10%. Aunque el transporte público pierde participación respecto al dato de la movilidad general, debido a que las líneas de transporte urbano no son eficaces para acceder hasta el centro de trabajo, ya que suelen dar mucho rodeo, los tiempos de viaje son prolongados, las frecuencias escasas y las esperas interminables.
Un indicador de la insostenibilidad del transporte es el aumento de las distancias recorridas, que en Europa ha pasado de 17 km diarios en 1975 a 35 km en 1998.
Algunos trabajadores de empresas que tienen su sede en los polígonos industriales pueden recorrer más de 100 km diarios en la ida al trabajo y otros tantos en el regreso al hogar.
En distancias cortas el transporte público no puede competir con los medios que permiten el «puerta a puerta», como la marcha a pie o el vehículo privado.
Más de la mitad de los trayectos realizados en coche son inferiores a 3 km.