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Los programas de ergonomía participativa se han propuesto como el medio más eficaz para eliminar o rediseñar las tareas manuales con el objetivo de reducir la incidencia de los trastornos musculoesqueléticos de origen laboral. En la revista Applied Ergonomics (abril, 2018), Robin Burguess-Limerik, del Instituto de Minerales Sostenibles, Universidad de Queensland (Australia) publica un artículo de revisión de las investigaciones sobre ergonomía participativa. Esta revisión evalúa esta hipótesis y describe el abanico de enfoques que se han adoptado bajo el estandarte de la ergonomía participativa en diversas industrias. Además recopila las condiciones de éxito para la implementación de dichos programas, destacando el compromiso de la dirección a todos los niveles y la auténtica participación de los trabajadores. Concluye afirmando que los procesos de ergonomía participativa tienen potencial para asegurar que las soluciones propuestas sean óptimas y aceptadas por los trabajadores.